La importancia de seleccionar el material de estudio para preparar una oposición
Ahora que llega febrero y la Navidad pasada parece que fue hace una vida, y que la siguiente aguarda a la vuelta de la esquina por un mágico efecto de relatividad mental, me gustaría compartir contigo un suceso cotidiano que entronca directamente con los males del opositor.
Como tal vez alguno de los lectores de este post, yo ya soy padre: tengo dos pequeños sueltos por casa. Dentro de sus labores diarias no faltan nunca al santo mandamiento de pelearse por algún juguete. Curiosamente, esta vez fue en las sillitas del coche; el mayor agarró rápidamente tres de los cuatro muñecos que había sueltos para que se entretuviesen durante un viaje. ¿El objetivo? Sí, lo has adivinado: el único objeto de dicha acción era que su hermano pequeño no los tuviese.
Al mirar con cierta comprensión a mi hijo e intentar encontrar la manera de explicarle que aquello no era justo, me di cuenta de que había un argumento de peso que sería aún más evidente y, desde luego, más sencillo para él. Paradójicamente, tener tres muñecos en las manos le impedía hacer uso de ellos pues, como era de esperar, estaba mucho más preocupado por evitar que se le cayesen que por jugar y divertirse. “Raúl, ¿no te das cuenta de que, por no querer compartir los muñecos, tú mismo acabas no pudiendo jugar con ellos?”.
Al pensar en lo sucedido, mientras sonreía por la trivialidad de sus males, me di cuenta de que esto que le sucedía a un niño de tres años no era algo tan alejado de alguno de los errores que se comenten de adulto. De hecho, yo mismo como opositor lo sufrí y, seguramente, a ti también te haya sucedido. ¿Alguna vez te has dado cuenta de que, por intentar abarcar, poseer y atesorar tanta información como haya a tu alcance, acabas entrando en un estado de parálisis formativa por exceso?
El ejemplo se podría aplicar a cualquier campo: un armario con demasiada ropa; una estantería con tantos libros metidos a presión que te impide extraer cualquiera de ellos; un trastero lleno de cajas que no clasificas, que solo guardas, y que finalmente te impiden incluso almacenar otros objetos de valor. ¿Por qué las sigues guardando? ¿Vas a usar lo que hay ahí? ¿Sabes, tan siquiera, qué es o si sigue sirviendo? No, ni mucho menos, lo que sucede es que nos ofrece una extraña sensación de tranquilidad saber que está ahí por si… por si… porque…
Esto mismo nos sucede con los temarios, los manuales, las infografías y los trucos mnemotécnicos. Cuando empiezas a estudiar una oposición sufres una trasformación “diogénica” que te lleva a almacenar compulsivamente cualquier cosa que pasa por tus manos, ya sea un antiguo protocolo, un libro sobre cuidados de la vía venosa probablemente desfasado, o un recopilatorio de exámenes de finales de los 90. ¿Sirve para algo? No. Realmente, ¿tienes tiempo para poder leer, clasificar y saber si esa información aún es valiosa para ti? No. En caso de duda, ¿crees que vas a ir a buscar ese documento que guardaste? Rematadamente, NO.
Si lo piensas bien, la mayoría del material adicional es solo una pérdida de tiempo. Generalmente, no te va a aportar nada que no aparezca ya en un manual; si lo hace, aun suponiendo que no esté obsoleto, quizás implique tanto tiempo extraer algo positivo de ese trabajo que su rentabilidad sea negativa (has invertido más de lo que obtienes), y lo que es peor, quizás ni siquiera sea algo útil en una oposición ya que sus posibilidades de ser preguntado son rocambolescas. Este tipo de material, por desgracia, es ineficiente. Si no lo organizas de manera sensata y no lo cribas con el mayor rigor posible, toda esa información solo te acabará conduciendo a la parálisis por exceso. El mayor de los riesgos que corres es la pérdida de tiempo que acabarías sufriendo al bucear en un maremágnum de documentos en busca de una respuesta. Si me permites un consejo, evita que la información de dudosa utilidad se mezcle con tu material de estudio. La rentabilidad y el estudio eficiente deben ser tus señas de identidad como opositor.
Recuerda: en una oposición, a menudo, «menos es más». Que tres juguetes no te impidan usar las manos; mejor coger solo dos y utilizarlos durante todo el viaje.