Estudiando una oposición en grupo. ¿Se puede ser competidor y compañero?
Desde que empezamos a escribir este blog siempre hemos enfocado la oposición desde la perspectiva del realismo, la rentabilidad del esfuerzo y, por supuesto, del autoconocimiento. De algún modo, podría decirse que cuando las variables se ordenan en torno a una única persona todo es sencillo, se trata tan solo de determinar si algo me suma o me resta a mí, pero ¿qué pasa cuando incluimos a otros aspirantes? Hoy toca hablar del estudio en grupo.
En primer lugar, me gustaría resaltar la naturaleza reflexiva de este post en concreto. Dudo mucho que existan respuestas acertadas o erradas de manera absoluta con respecto a este concepto, por tanto, el lector, si quiere sacar algo de provecho, debe comprometerse a leer, reflexionar y después intentar ver cómo encajan estas ideas con su realidad.
Como opositor experimentado, si alguien me preguntase hoy en día si le recomiendo estudiar en grupo, me atrevería más con las opciones de descarte que con las recomendaciones. Independientemente de tu contexto o de tu personalidad, sí creo que es fundamental huir de los grandes grupos. No se me ocurre ningún escenario en el que estudiar de manera sostenida (entiéndase codo con codo) con un gran contingente pueda generarte más beneficio que perjuicio. Quizás, para fundamentar esta idea deberíamos antes definir qué es estudiar y qué es un grupo.
La colectivización del estudio en un proceso individual
Entendamos por “estudiar una oposición” al proceso constante y sistemático por el cual un opositor analiza un proceso administrativo de obtención de plaza, fija sus objetivos con respecto al mismo, traza su plan de trabajo y se compromete a cumplirlo con el mayor rigor y convencimiento posibles.
Por otro lado, entendamos por “estudiar en grupo” a la sinergia que se busca a través de la colectivización del proceso de aprendizaje. El simple hecho de manejar los mismos temarios, los mismos tiempos y los mismos objetivos hace que la soledad y la dureza inherente al proceso de oposición se amortigüe.
Si atendemos a los dos párrafos anteriores podemos detectar muy fácilmente que un gran grupo de estudio (y eso puede que sea más de 2 o 3 personas) va a estar plagado de ineficiencia: es complicado plantear niveles de implicación similares, quizás los objetivos de cara a una oposición no sean los mismos, cuadrar tiempos, esfuerzos y horarios se antojará siempre difícil…
¿Merece la pena estudiar en grupo una oposición?
Entonces, ¿qué ventajas tiene estudiar en grupo? Como hemos comentado a lo largo de los post anteriores, la preparación de una oposición es un proceso largo, de dificultad elevada, con unas posibilidades de éxito no siempre favorables y plagado de cierto aire de arbitrariedad o subjetividad: incluso haciendo las cosas muy bien puede que el día del examen pongan una prueba que no te sea favorable. Todo esto acaba traduciéndose en momentos de incertidumbre, de dificultad para la concentración y de pérdida de la constancia. Para mí ese es el primer gran aporte que se obtiene de la colectivización: si mi compañero de fatiga se sienta a estudiar, yo también lo hago. Si tengo a alguien que pasa exactamente por el mismo proceso que yo, puedo explicarle mis miedos o mis dudas y él las entenderá perfectamente porque las vive en primera persona: la resiliencia de las partes unidas siempre será mayor que la de cada uno por separado.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que parte del contenido al que te enfrentes será “nuevo” para ti. Quizás lo hayas abordado en algún momento, pero seguramente no desde los ojos de un opositor, por tanto, tener a otra persona con la que confrontar ideas y razonamientos será una fuente impagable de pensamiento alternativo: seguramente, desde su visión y explicación tú puedas descubrir matices en un concepto o en una pregunta que ni te habrías planteado.
Aprender a ver la realidad desde los ojos de otro aspirante te ofrecerá la capacidad de razonar a través de otros cauces: eso es oro a la hora de enfrentarte a una pregunta cuya respuesta desconoces.
¿Me vale cualquier compañero? Esta pregunta se responde sola, pero ahondemos en los motivos: no; claro que no te vale cualquiera. Lo primero que te diría es que intentes encontrar una persona que tenga cierto valor para ti. Alguien con quien sea fácil comprometerse y, al mismo tiempo, sepas que va a implicarse en el proceso. No se te ocurra formar un tándem con el más haragán de tu entorno. Del mismo modo, piensa que con esa persona vas a compartir información, razonamiento, tiempo, alguna búsqueda… te recomiendo que lo hagas desde la mayor de las convicciones, de manera noble: no te guardes nada, esa persona es tu compañera de equipo. A la par, piensa que la persona que te acompañe debe tener la suficiente madurez emocional para compartir contigo su información y ayudarte de manera franca.
Entonces, si tiene los mismos objetivos que yo, tiene la misma implicación que yo y maneja la misma información, ¿no corro el riesgo de estar alimentando las opciones de un fiero competidor? Así es, y lo estarás haciendo: ojalá que lo estés consiguiendo. Si de verdad estáis trabajando de manera honesta y colaborativa, su éxito será tu éxito: es muy probable que con los mismos ingredientes y la misma receta, ambos obtengáis un resultado muy parecido. Su plaza será también una tuya casi siempre. No obstante, entiendo que alguien tenga la suspicacia de pensar que tal vez sigue siendo un riesgo muy alto. Analicémoslo.
En una oposición los números de aspirantes son muy superiores a los de plazas ofertadas. De alguna manera, hay tantos competidores que “incrementar llamativamente” las posibilidades de un solo aspirante no modifica en nada las estadísticas: 8000 aspirantes para 600 plazas equivale a una plaza por cada 13,33 aspirantes. 8000 aspirantes para 599 plazas (600 menos las de tu compañero) se traduce en una plaza por cada 13,35 aspirantes. ¿De verdad merece la pena la suspicacia por tan exigua diferencia? Y si de verdad te parece que esos números pueden suponer que tu compañero saque plaza y justamente tú seas el 601, te diré que estadísticamente la probabilidad de que eso suceda es inferior a 1 entre 100.000, a poco que hayas estudiado ya estadística sabrás que eso es equivalente a acertar la lotería de Navidad con un solo décimo.
Personalmente, tengo la plena convicción de que encontrar el compañero adecuado puede no ser sencillo, pero, si tienes a tu alcance una persona implicada, sincera y generosa, seguramente lo mejor que podáis hacer ambos es unir fuerzas, trabajar, retroalimentaros y esforzaros juntos: el éxito de tu compañero será el tuyo, pues tenderán a ir de la mano.
Entierra la envidia y los miedos infundados: quien tiene un amigo, tiene un tesoro; quien tiene un verdadero compañero de estudio, tiene un pie sobre la plaza que busca.