En este post hemos querido rescatar una idea que tocamos tangencialmente en otras publicaciones: el valor de la lectura.
Al preparar una oposición de sanidad habrá opositores que descubran una merma sustancial en su capacidad. La idea más sosegadora es atribuir al paso del tiempo esa merma: “yo ya no retengo ni me concentro como cuando era joven”. Esto, sin ser del todo falso, es el salvoconducto que nos ofrecemos hacia una explicación anestésica: “no soy yo, es el tiempo”. Por desgracia, la realidad es bastante más perturbadora cuando uno tiene el valor de mirarla a los ojos. ¿Seguro que todo lo que te pasa es ajeno a ti?
Época de distracciones
Vivimos en una época de absoluta fragmentación de la concentración. Las distracciones son el terreno común de cualquier persona. Los estímulos cambiantes y la reposición de eventos atractivos nos mantienen inmersos en un falso estado de atención permanente, sin embargo, la realidad es bien distinta. Estamos estimulados, pero no atentos; vemos, pero no integramos; oímos, pero rara vez escuchamos. Consumimos mucho; ¿nos quedamos con algo?
Aquí es donde entra nuestro tema de hoy, la lectura. Vamos con el primer derechazo a la mandíbula: pensamos que leemos mucho porque clicamos en publicaciones de periódicos o redes sociales, pero es mentira. Normalmente, cuando una noticia tiene una extensión que supera los pocos minutos de lectura, acabamos abandonándola por hartazgo… y por incapacidad. Nos es imposible mantener el pensamiento centrado en esa labor. Unas cuantas líneas, un párrafo un poco más anodino y se acabó, hasta ahí llegó nuestra capacidad de permanecer constantes en una tarea. No nos confundamos, vemos pasar mucha información por nuestra pantalla, alguna de ella con bastante valor, pero rara vez profundizamos o la leemos con pausa y comprensión. Por supuesto, nunca dedicamos un rato a reposar el contenido y madurar aquello que hemos consumido.
Una dinámica habitual
El concepto desarrollado en el párrafo anterior lleva al extremo que ya tenemos serias dificultades, incluso, para ver una película de manera continua: nos levantamos, miramos el móvil… ni siquiera en un acto pasivo, con contenido de nuestra elección, somos capaces de evitar el intrusismo de pensamientos que nos distraen de la tarea. Si no me crees, piensa por qué ahora nos es mucho más sencillo y tentador ver series que películas. Lo es porque se vuelven terrenos comunes donde no tenemos que esforzarnos por entender un nuevo marco conceptual, ni unos personajes distintos. Ya conoces lo que vas a ver y te genera tranquilidad saber que lo que vas a consumir es sencillo, no te exige, es corto y de fácil digestión. Si me apuras, es lo suficientemente reiterativo como para que, si miro el móvil durante unos minutos, solo haya avanzado el tiempo, pero rara vez la trama.
Dejemos el contenido audiovisual y volvamos a la lectura. Leer mejora la memoria, la concentración y la disciplina, tres atributos que son el Santo Grial de cualquier estudiante, más aún de aquellos que se van a enfrentar a una de las mayores cargas de material de su vida: una oposición de sanidad.
Por supuesto, resulta comprensible que, después de varias horas estudiando una materia que no despierta demasiado interés en ti, el cerebro implore que lo rescates de ese “suplicio” y ser recompensado con su dosis de dopamina instantánea: TikTok, Instagram o cualquier otro sumidero por el que verter la eficiencia de tu materia gris. El problema de esto es la demoníaca combinación que subyace de lo planteado.
Una salida en TikTok
Si lo piensas bien, esas horas de esfuerzo sostenido suponen un reto porque no estamos acostumbrados al estudio, ni a la perseverancia, ni a enfrentarnos de manera frontal y firme a los desafíos que aportan rédito a largo plazo. Entonces, cuando lo empiezas a hacer, no te paras a explicarte a ti mismo que te hallas en el camino correcto y que, con disciplina, no solo alcanzarás una plaza en sanidad, sino que, además, podrías desterrar parte de los hábitos insanos que acarreas en tu vida. En lugar de todo eso, te concedes un anhelado premio en modo de estímulo dopaminérgico de nulo valor añadido: un ratito de TikTok.
Huyendo de la lacerante realidad de que no hay nada más largo que “solo 5 minutitos”, y que ese picotazo de recompensa vacía seguramente fagocite 10 o 15 veces lo inicialmente propuesto, existe otro aspecto fundamental: ¿qué mensaje me estoy mandando?
De algún modo, cuando empiezas a estudiar con determinación, estás convenciéndote del valor que tiene para ti una acción que no despierta tu interés inicialmente: no es lo que quiero, pero es lo que necesito. Más adelante, descubres que lo acabas queriendo… ¿el estudio de una OPE?, no, no; lo que acabas queriendo es el alto valor que tiene esta acción. Al igual que con el carenado del casco de un barco, donde se eliminan moluscos y adherencias, con el desarrollo de la disciplina te desprendes de lastres que se te han ido quedando pegados y que ya no distingues si eran tuyos, o si realmente nunca fueron propios. Esto que consumo, ¿lo quiero yo o estoy siendo esclavo de las pretensiones comerciales de otros?
Malas costumbres adheridas
Continuando con el símil del casco del barco y el lastre, cuando te esfuerzas en algo como la preparación de una OPE, si lo haces desde el entendimiento y la convicción, acabas descubriendo que muchos de los frenos de tu vida están ahí por desidia, por costumbrismo, por descuido o por falta de visión a largo plazo. Todas esas malas costumbres se han incrustado en tu cotidianidad sin darte ni cuenta, pero, cuando lo analizas y las cuantificas, descubres la relación parasitaria que existe entre tu tiempo y sus pretensiones. Así, acabas por entender que mucho de lo que hoy no logras no es exactamente por tu culpa, pero sí está en tu mano cambiarlo.
Volviendo a párrafos anteriores, decíamos ¿qué mensaje me estoy mandando? Cuando me esfuerzo en desarrollar virtudes elevadas y, al mismo tiempo, me premio otorgándome contenidos y experiencias que discurren en sentido opuesto a mi propósito, caigo en la contradicción sin darme cuenta. ¿No estaré haciendo exactamente lo mismo que si intentase que mi hijo aprendiese a comer y disfrutar de una pieza de fruta y, cuando lo hace, como premio le diese un Kit Kat?
Llámalo Kit Kat, llámalo TikTok, ¿no te das cuenta de que se empeñan en que sientas que te premias con algo que en ningún caso es bueno para ti? Y, no siendo algo positivo para la persona que lo consume, la única manera de garantizar que desee hacerlo es invadiendo sus mecanismos mentales más profundos, consiguiendo subvertir su deseo desde regiones inconscientes, vulnerando su voluntad y, en definitiva, desentendiéndose de tu “yo” del futuro.
El valor real de la lectura
Pues bien, volviendo a la lectura; resulta que hay una sustancia que debidamente compactada, guillotinada y cubierta con tinta, ejerce un contrapeso ante los embates de todo lo inmediato, de todo lo innecesario. Resulta que cuando te sientas a leer, ojo, a leer por placer, el tiempo vuela y tu mente viaja, pero eso no es todo: trabajas las composiciones sintácticas de autores que SÍ saben escribir, aprendes nuevo léxico, desarrollas la capacidad de concentración y aumentas tu velocidad de procesamiento de texto escrito. ¿Te das cuenta de todo lo que eso supone para una OPE? La fluidez sintáctica te ayuda a comprender mejor las frases complejas de un manual, así como a detectar errores en la construcción de algunas respuestas de un examen (pista que empuja a pensar que es una respuesta falsa).
El nuevo léxico te va a ayudar a defenderte etimológicamente de conceptos o ideas que nunca hubieses visto con anterioridad; dime si eso no es oro cuando te estás jugando una plaza en 120 minutos. Mejorar tu concentración no tiene ni siquiera necesidad de explicación en su beneficio. Por último, aumentar tu velocidad lectora es una herramienta demoledora a la hora de gestionar horas y horas de estudio, pero más aún cuando te enfrentas a los pocos minutos que dura un examen.
Y ahora, querido lector, si en lugar de abrirte un Kit Kat, o un TikTok, te esfuerzas durante un ratito en pensar en lo que acabas de leer, si cultivas el silencio para permitir que esas ideas permeen en tu mente y generen ramificaciones y conexiones propias, ¿no crees que te estarás pertrechando con un arma poderosísima de cara a tu preparación sin tan siquiera haber empezado a abrir hoy un manual de estudio?