No sé si os pasa a vosotros, pero hay veces que ciertos recuerdos se van borrando de nuestra memoria hasta que llegan a un punto en que no sabemos si, incluso, lo hemos soñado.

Bueno, pues me puede pasar con otras cosas, pero tengo tan claro el momento en que me pusieron ese busca en la mano, con mi propio número de teléfono y con mi nombre escrito en una pegatina: oro puro. ¡Qué orgullosa me sentí en ese momento! Aquel pequeño artilugio me hacia sentir incluso y, perdonadme la expresión: “poderosa”. Le miraba y esperaba impaciente a que sonara… Pero nada. Me decían: “Es por la mañana, no te preocupes, ya verás cuando lleguen las cuatro de la tarde”. Y, efectivamente, llegaron.

Ring, ring.

¡Qué nerviosa me puse al sacar aquel teléfono! Y ahora; “¿qué digo? ¿Un sí? ¿Hola? Pero vamos a ver… ¿Estás tonta?  ¿Cómo voy a decir eso?”. Finalmente, me salió un… “¿Supervisora de guardia?” ¡Qué seria y qué bien había contestado!

Te llamo de la 1300 necesitaría gentamicina para el paciente de la cama 3.

  • Farmacia todavía está abierta, pueden subírtela.
  • Muchas gracias.
  • De nada, cualquier cosa me avisáis.

Primera prueba superada. Fácil y sencillo. Ja, ja, ja. ¡Qué ilusa!

Pasaron sólo 10 minutos y todavía no sé bien cómo empezó la hecatombe.

  • ¿Sí? Supervisora de guardia.
  • Te llamo de admisión, necesito cama para una paciente de medicina interna.
  • Ahora te la doy.
  • ¿Sí? Supervisora de guardia.
  • Te llamo de pediatría, mi compañera se ha puesto mala y tiene que irse.
  • Ahora busco una solución.
  • ¿Sí? Supervisora de guardia.
  • Te llamo de admisión de urgencias. Un familiar quiere poner una reclamación.
  • ¿Sí?
  • Te llamo de la 1100. Me han subido la nutrición parenteral errónea.
  • Llama a farmacia y que te suban la correcta – le contesto muy lista.
  • Es que ya son las nueve y media – responde ella prudente.
  • ¿Las nueve y media? ¿En serio? Ok. Bajo a farmacia.
  • ¿Sí? Supervisora de guardia.
  • Te llamo de hemodinámica, el desfibrilador no funciona bien y vamos a hacer una intervención.
  • Ok, ya bajo.

Muevo uno de los desfibriladores de urgencias y milagrosamente el de hemodinámica empieza a funcionar, me estoy empezando a plantear que tengo manos prodigiosas. Por fin, me siento y pienso que quizás sería buen momento para ir a la cafetería y cenar.

Allí voy yo, cojo mi bandeja y miro esos suculentos platos. No sé por donde empezar; si por esos purés de vete a saber cuándo, las acelgas, que las odio, o el pescado recalentado. Tras mucho mirar pido lo evidente: un sándwich mixto, ¡qué me lo he ganado!

Me siento e intento hacer algo de vida social pero mi gran aliado no para de recordarme para que estoy allí.

Ring, ring.

  • ¿Sí?
  • Cama para digestivo.
  • Te la doy.

Ring, ring.

  • ¿Sí?
  • Te llamo de medicina interna, no ha venido la enfermera de la noche.

Se acabó mi vida social.

Aprovecho que he acudido a planta a reajustar presencias para hacer la ronda por el hospital, presentarme y saludar al turno de noche. A pesar de que mi amigo no para de sonar, me gusta empezar a poner caras a esa gente que está al otro lado del teléfono, que está aquí igual que yo un sábado por la noche con la mejor de sus sonrisas. No sé por qué, pero creo que me va a gustar esto de las rondas porque ahí es donde me empiezo a dar cuenta del gran equipo que hay en el hospital, de cómo se trabaja codo con codo sea la hora que sea, así que, vamos a remar para sacar este turno adelante.

La noche trascurre exactamente igual que la tarde y ese sonido, que en un principio me hizo sentir tan poderosa, estaba, cuanto menos, empezando a desquiciarme. Había cambiado el “¿Sí? Supervisora de guardia” por un: “Buenas noches, soy Patri. Dime”. Desde luego no sé si es acertado, pero mucho más acorde con como yo soy.

Ya no sé las veces que he bajado a farmacia, el vigilante de seguridad, que me tiene que abrir la puerta cuando me ve llegar por ese pasillo infernal, me mira y se ríe. No es para menos. Con el tiempo aprendí a hacerme una lista y cuando ya estaba suficiente llena bajaba a farmacia, pero como novata en esto me quedaba mucho camino por recorrer.

Las piernas empezaron a quemarme, no os lo voy a negar, pero claro ya es que igual eran las 4 de la mañana y tenía la sensación de no haber parado en todo el día, quizás es que era así.

Decidí irme al cuarto de la guardia, fue una sensación rara tumbarme en esa cama con el pijama del hospital. Era el primer día, entender que estaba algo desubicada. Miré el busca unas cuantas veces; ¿sonará?, ¿me enteraré? ¡Ay ilusa, qué si te enterarás!

Di muchas vueltas de un lado para otro, me dolían las piernas, estaba nerviosa y justo cuando parecía que mi cuerpo comenzaba a relajarse…

Ring, ring.

  • ¿Diga?
  • Hola soy el enfermero de hemodinámica, tenemos código infarto vamos para allá.

Bueno, pues amiga, para arriba. Allí fui yo a esa sala tan grande a encender todos esos aparatos. Me lo habían explicado varias veces, pero ahora estaba yo sola frente a todo eso. ¿Lo haré bien? No lo sé, los compañeros muy majos no solo no se quejaron, sino que encima me dieron las gracias por haberles encendido las máquinas.

Pues vamos a ver si nos tumbamos otro ratín. Me dispuse a ponerme de lado, con la almohada entre las piernas y justo cuando parecía que me iba a quedar dormida…

Ring, ring.

  • ¿Sí?
  • Te llamo de admisión, tengo un niño de 5 años para ingresar.
  • Por supuesto ahora mismo te doy cama.

10 minutos más tarde.

Ring, ring.

  • ¿Sí?
  • Tenemos a un paciente que quiere poner una reclamación por el tiempo de espera.

Ya son las 6, espero que ya sí que me dejen, por lo menos, estirarme las piernas, pero no.

Ring, ring.

Hola soy yo otra vez, camita para medicina interna.

Mi chuleta ya no sé si es chuleta o qué es, no veo ni los huecos que hay libres y tampoco me acuerdo cuál fue la última cama que di. “¡Ay dios!  Pues esta mismo”.

Me vuelvo a dar la vuelta, pero ya no me puedo dormir ni de coña, así que, me levanto, me lavo la cara “¡Madre mía qué cara!” Me siento a hacer pis y, otra vez, ese hilarante sonido. Te miro, me miras y sabes que, si por mi fuera, te tiraría por el WC. Y solo es nuestra primera cita.

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Patricia Rebollo
Directora de la Escuela de Liderazgo | + posts