Del mes de septiembre se suele decir que es tiempo de volver a empezar, de aceptar cambios y de atreverse a arriesgar, y las enfermeras de eso sabemos mucho porque nos mojamos, nos arriesgamos y, sobre todo, nos comprometemos a ser mejores. Pero septiembre, a pesar de lo que muchos dicen, no es siempre un comienzo para nosotras, pues todavía hay muchas compañeras que pueden disfrutar de sus vacaciones con playas vacías y que posponen todavía un poquito más la vuelta a la rutina.

Que nuestra vuelta a la rutina es muy diferente a otros trabajos es algo evidente, y eso hace que muchos de los “tips” generalizados de “todo lo que debes saber para la vuelta a la rutina” no puedan implementarse en nuestra realidad. A este respecto, leía ayer un post que mostraba que el 30% de las personas trabajadoras activas sufren síndrome postvacacional con síntomas similares al estrés, y pensé: «¡lo que nos faltaba!». Si algo hemos aprendido en los últimos tiempos es la importancia del autoconocimiento y el autocuidado y, en este marco, podemos afirmar que, dentro de la Competencia de Coaching y Mentoring, la Enfermera de Práctica Avanzada (EPA) debe desarrollar precisamente habilidades para su propio autocuidado.

A este respecto, una de las herramientas que puede ser interesante para mitigar ese estrés relacionado con la vuelta a la rutina es la gestión del tiempo. La gestión del tiempo se define como la realización de una serie de actividades en un tiempo delimitado o disponible. Es bien sabido que no podemos controlar el tiempo en sí mismo, por eso, necesitamos conocer herramientas que nos ayuden a administrarlo de la mejor manera posible. Entonces… ¿la gestión del tiempo no sería asimismo autogestión?

Además, en nuestro contexto, debemos tener presente que tiene una serie de peculiaridades tales como que el tiempo es limitado. Me explico: si no administro una medicación en un tiempo determinado puedo producir hasta un daño para el paciente. Además, tenemos factores estresantes que pueden ocurrir a la vez: ingresos, alarmas, ausencia de personal, rotura de stock, etc… y todo esto con un tiempo de respuesta decisivo como, por ejemplo, la atención a un paciente con deterioro clínico.

Ante esto, podemos afirmar la necesidad de organizar nuestro tiempo y, por ello, vamos a desgranaros algunas herramientas descritas en Coaching que sí podríamos adaptar en nuestro día a día:

1. Márcate un objetivo

Puedes empezar con algo aparentemente sencillo, como es marcarse un objetivo diario al levantarte. Puede ser algo sencillo, mucho mejor, lo conseguirás rápido y te sentirás bien. Fijados anualmente,  conseguirás 365 objetivos. Un ejemplo podría ser proponerte no dejar los bolis tirados en la taquilla al finalizar el turno.

2. Márcate una meta

Las motivaciones vienen y van y hay días en que no te apetece ni levantarte de la cama ni hacer nada. Cuando te encuentras en esta situación, el tener creado un compromiso global contigo mismo siempre ayuda, ¿no? «Tengo que hacer esta tarea, vaya rollo, pero si me la quito de en medio estaré más cerca de mi compromiso general». Así que igual hay que pensar… «¿qué quiero realmente hacer este ‘curso escolar’?». Yo me he propuesto iniciar el doctorado, así que, con esa meta en mente, hacer los papeles de la prescripción se me ha hecho mucho más llevadero.

3. Aprende a decir «no»

Muchas veces nos cuesta decir «no», el día es muy largo y nos van llegando todo tipo de invitaciones, oportunidades y visitas inesperadas. A veces, es necesario decir: “estoy en el cambio de turno, en algo importante, luego te ayudo con esto que me solicitas”, “me encantaría poder ayudarte, pero justo este día no puedo cambiarte el turno”.

4. Encuentra a tus enemigos del tiempo

No intentes hacer más trabajo del que realmente puedes hacer o no asumas las tareas de otros porque no lo hagan bien porque, al final, acabarás sobresaturada.

5. No procrastines

Posponer todo suele ser mala idea. A veces, resolver los problemas ahora te evita tener tu cabeza llena de tareas sin resolver. Si tienes que posponer, que sea con inteligencia, porque quieras delegar, porque no tienes las herramientas necesarias para resolverlo o porque necesitas consultar con alguien. Por ejemplo, dejar el momento de escribir el parte para el final hace que estés pensando que eso que te queda pendiente es importante y tendrás la cabeza en otra parte.

Como veis… esto va de generar hábitos y de cargar en nuestra mochila pequeños cambios que mejorarán nuestra efectividad.

 

Y recuerda… “nunca hay suficiente tiempo para hacerlo todo, pero siempre hay suficiente tiempo para hacer lo más importante”.

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Patricia Rebollo
Directora de la Escuela de Liderazgo | + posts