Hemos dedicado el mes de febrero a abordar la competencia de la gestión de calidad y la seguridad del paciente y en este camino hemos profundizado en los conceptos básicos de esta área de conocimiento, indagando en herramientas que podemos utilizar en nuestro día a día para sumar con nuestro trabajo en la seguridad de nuestros pacientes.

Puede parecernos que este tipo de planteamientos son relativamente recientes, pero no es así. Ya nuestra querida Florence se preguntaba “como era posible que a un hospital hubiera que pedirle que no hiciera ningún daño”. Esta gran frase, de esta gran mujer, pone en evidencia que ya se planteaba el porqué de estos eventos adversos y cómo podían suceder en un ambiente hospitalario donde se supone que cuidamos y curamos a las personas. Arthur Bloomfield, de la universidad de Stanford, refería que “hay algunos pacientes a los que no podemos ayudar, pero no hay ninguno al que no podamos ayudar”. La primera vez que leí esta frase me marcó mucho la palabra NINGUNO y me hizo replantearme qué podía hacer yo como enfermera por la seguridad del paciente en mi día a día.

La bibliografía pone en evidencia que estamos ante un problema importante, desde el informe de errar es humano que identificaba entre 44.000 y 98.000 muertes anuales, hasta el estudios ENEAS en nuestro país que validaba que uno de cada diez pacientes sufría un incidente relacionado con la asistencia sanitaria. Si estos datos todavía no te ponen los pelos de punta decirte que entrar por la puerta de un hospital es más peligroso que hacer puénting y no sé vosotros pero yo no soy de las que me atrevería a colgarme de una cuerda y sin embargo no sabría contar las veces que he cruzado la puerta del hospital como profesional y también como paciente.

Solemos responsabilizar tanto de la calidad como de la seguridad a aquellos que forman parte de las direcciones y aunque es evidente que su apoyo es fundamental también es imprescindible que el cambio y la implicación provenga de nosotros mismos. De esta reflexión nace el término cultura justa, que viene a decir que si la institución apoya la calidad y la seguridad del paciente si pone herramientas para que sean llevados a cabo es responsabilidad también del profesional adherirse a ellas, y me explico, si la institución me da formación en higiene de manos actualizada, pone a nuestra disposición solución hidroalcohólico en los sitios indicados para ello pero yo decido entrar en una habitación y a pesar de ver el cártel y de ver la solución hidroalcohólica no me lavo las manos…¿de quién es entonces la responsabilidad?.

Tenemos que ser conscientes que la responsabilidad del paciente se ha convertido en un objetivo prioritario para la gestión dentro de los sistemas de salud y de las organizaciones internacionales y la enfermería es un motor imprescindible para que esto pueda llevarse a cabo. Somos líderes, somos referentes y tenemos la gran responsabilidad de ir sembrando esas semillas del cambio. Porque…

“Somos lo que hacemos cada día, de modo que la excelencia no es un acto, si no un hábito”.

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Patricia Rebollo
Directora de la Escuela de Liderazgo | + posts