Barreras para la investigación en Enfermería y Autonomía Profesional

Jun 12, 2018

«Consumir investigación es esencial para que las enfermeras empiecen a basar sus decisiones en la evidencia». Conferencia de clausura de la Dra. Mª Nélida Conejo Pérez

Hay una frase que resume el estado de la investigación enfermera, que la escuché en una conferencia del Doctor Joan de Pedro Gómez:
“Los resultados de la investigación, no los conocemos, no los entendemos o no los creemos. Si los conocemos, entendemos y creemos…..no sabemos cómo utilizarlos ni cómo implementarlos. Y si sabemos cómo utilizarlos y cómo implementarlos…….. no podemos».

Y es que, las enfermeras tenemos los conocimientos y la actitud necesaria para investigar, pero existen algunas barreras que nos lo impide o bien nos lo pone bastante difícil.

Sí es cierto que con el nuevo plan de estudios se han integrado competencias en investigación en tres ciclos: Grado, Máster y Doctorado.

Pero esto no fue siempre así:  El cambio de ATS a DUE, en 1977, supuso el inicio en la construcción de una Disciplina Científica.

A partir de la década de los 80, se doctoraron las primeras enfermeras, pero tuvieron que licenciarse en otras disciplinas, ya que la Enfermería como Diplomatura tenía vetado el acceso a estudios universitarios superiores.

En 1986 se aprueba la Ley General de Sanidad en la que se reconoce que todos los profesionales de la salud pueden realizar una actividad investigadora.

Sin embargo, no es hasta 2006 cuando al implantar el Plan de Bolonia y estructurar las enseñanzas en tres ciclos consecutivos, Grado, Máster y Doctorado, se permite por fin el acceso de las enfermeras a los estudios de segundo y tercer ciclo.

Este nuevo esquema de los estudios universitarios posiciona a la Disciplina Enfermera en el mismo nivel que otras Disciplinas con más tradición docente e investigadora. De tal forma que, tras 40 años de reivindicaciones, se rompe el techo sufrido en la Diplomatura que impedía el acceso a estudios de postgrado oficiales.

El interés de las enfermeras por la investigación queda patente en el aumento exponencial del número de tesis doctorales, pasando de ser de 5 a 152 tesis anuales en tan sólo diez años.

Actualmente, se evidencia que las enfermeras se forman a lo largo de toda su vida profesional, mediante el longlife learning o educación permanente. Las enfermeras con contrato fijo invierten una media de 4 horas semanales para estudiar, y las enfermeras con contrato eventual invierten el doble que sus compañeras.

En la primera mesa de comunicaciones, la Doctora Eva García-Carpintero nos ha explicado la gran variabilidad existente en nuestros cuidados y sus consecuencias. Esto demuestra que ni el conocimiento actualizado ni los resultados de la investigación se usan para tomar decisiones sobre los cuidados de los pacientes. Entre un 30 y un 45% de los cuidados ofertados no son acordes con los resultados de la investigación, y entre el 20 y el 25% se estima que estos cuidados pueden ser innecesarios o potencialmente dañinos.
La causa no es por falta de formación o actitud de las enfermeras hacia la investigación, sino por la existencia de determinadas barreras que, a pesar de todos los cambios producidos en nuestra profesión en los últimos años, continúan asentadas desde que se reportaron por primera vez hace ya 18 años: falta de tiempo, falta de recursos y falta de autonomía profesional.

En primer lugar, se encuentra la falta de tiempo, que hace referencia a la falta de tiempo dentro de la jornada laboral tanto para investigar, para buscar la evidencia necesaria, para compartir y discutir la nueva evidencia con los compañeros, como para implementar las nuevas ideas y comprobar el impacto de los cuidados basados en evidencias sobre la salud de nuestros pacientes.

Esta barrera se ha descrito como la causa de por qué la primera fuente de información para resolver dudas sobre el cuidado son los compañeros.

En varios estudios se ha constatado que algo menos de la mitad de las enfermeras se creían capaces de sacar tiempo dentro de su jornada laboral para buscar evidencia científica; que más de la mitad de las enfermeras casi siempre consultan a sus compañeros antes que buscar artículos científicos; y que un 75% utilizan su experiencia personal como medio para responder a sus dudas clínicas.

Este hecho, unido a la necesidad de obtener una respuesta rápida y accesible, hace que la calidad de la información en la que la enfermería basa sus cuidados se vea comprometida. Como bien comentaba Ana Belén Salamanca en la conferencia inaugural, poder consumir investigación es esencial para que las enfermeras empiecen a basar sus decisiones en la evidencia, y no sólo y exclusivamente en la intuición o en la opinión del compañero más cercano.

La falta de recursos destinados a la investigación enfermera por parte de las instituciones también está considerada como una de las principales barreras para la transferencia de la investigación a la práctica. Es necesario facilitar el acceso a las bases de datos enfermeras más relevantes como Cinahl, y no sólo PubMed. Igualmente, es necesario contar con un servicio de apoyo a la investigación enfermera, ya sea en la búsqueda de información, desarrollo metodológico o en la posterior difusión de los resultados.

La falta de autonomía profesional también ha sido descrita como otra barrera más para la aplicación práctica de la investigación enfermera. Podemos definirla como “tener conocimiento relacionado con las competencias profesionales y tener la capacidad de aplicarlo a la práctica de forma independiente”. Para ello, es necesario tanto el reconocimiento de todos los miembros del equipo de salud como el nuestro propio. Pero la realidad es que algunos profesionales desconocen las competencias enfermeras o bien no les aportan el valor real que tienen.

Se ha demostrado ampliamente la relación entre unos cuidados de enfermería actualizados con los resultados de la investigación y una mejora en la calidad asistencial y de los resultados en los pacientes.

Es necesario que los cuidados de enfermería se realicen teniendo en cuenta los resultados de la investigación, por lo que no se trata únicamente de que las enfermeras investiguen, sino que además deben conocer estos resultados, deben saber interpretarlos y posteriormente deben poder implementarlos. Pero si no nos conceden el tiempo ni los recursos necesarios para poder tomar decisiones autónomas y no somos responsables de nuestro propio rol, la investigación se queda en algo meramente teórico.

El objetivo final de la investigación debe ser, entonces, su aplicación práctica sobre los pacientes. Las enfermeras asistenciales juegan un papel crucial, pues, al estar toda su jornada laboral en contacto directo con los pacientes, pueden identificar sus necesidades de cuidados y liderar las investigaciones pertinentes para darles respuesta. En este Congreso se han expuesto 133 trabajos como ejemplo de la aplicación práctica de la investigación. También se han expuesto otro tipo de trabajos científicos, como proyectos de investigación o estudios de revisión, que desde esta organización les animamos a finalizar y a implementar sus resultados en los pacientes, sorteando las barreras descritas anteriormente: falta de tiempo, falta de apoyo institucional y falta de autonomía profesional.

La investigación y la autonomía profesional están íntimamente relacionadas, de tal manera que ambas son imprescindibles para mejorar la calidad sanitaria. Esta relación se da en las dos direcciones; es decir, demostrando mediante la investigación que la calidad sanitaria ha sido mejorada a través de cuidados enfermeros se aporta un valor a éstos e incide en el reconocimiento de la enfermería como profesión autónoma; y teniendo autonomía profesional podemos realizar las investigaciones necesarias y aplicarlas a la práctica para aumentar la calidad de la asistencia.

Para que este cambio suceda es indispensable que los gestores perciban a la investigación enfermera como una inversión de futuro y no como un gasto suprimible.

Los entornos que pueden beneficiarse aumentando su calidad a través de los cuidados enfermeros son muy diversos. Desde los cuidados críticos -ya sea en pacientes adultos, pediátricos o con procesos respiratorios- podemos mejorar la calidad asistencial y la seguridad de los pacientes. Con los cuidados a la mujer promocionamos la salud en sus diferentes etapas vitales. La enfermería escolar es la pieza clave para promocionar la salud e implementar hábitos de vida saludables desde edades muy tempranas. Con los cuidados sociosanitarios se promociona un envejecimiento activo y la vida autónoma capacitando a las personas en la autogestión de su salud. Por último, la enfermera cooperante es la pieza clave para reducir las desigualdades de salud en las poblaciones vulnerables.

Estas áreas de actuación coinciden con el reto social de la salud, cambio demográfico y bienestar del Programa Marco de Investigación e Innovación Europea, Horizonte 2020.

No es de extrañar, por tanto, que la Comisión Europea criticase la excesiva medicalización de la planificación sanitaria española y recomendase incluir a la enfermería en ésta, al igual que nuestros vecinos europeos, como profesional con las capacidades necesarias para mejorar la salud y bienestar en el contexto del envejecimiento y cronificación de la población. Las organizaciones españolas deben abandonar la conceptualización de la Enfermería como asistente de otros profesionales y reconocer, después del arduo camino recorrido por nuestras generaciones pasadas, la plena autonomía profesional de la enfermería.

La Enfermería como Ciencia tiene la actitud y las competencias necesarias para investigar. Necesarias pero no suficientes. Hay barreras presentes en el entorno de nuestra Disciplina que impiden que se haga lo que se debería hacer. Impiden que el Conocimiento Enfermero basado en las Evidencias científicas llegue a los pacientes, nuestro fin último. Con el nuevo sistema universitario se ha roto el techo impuesto al no poder optar a estudios superiores. Pero aún tenemos un techo de cristal que no permite la actividad investigadora con una autonomía plena profesional en cuanto a tomar decisiones de forma autónoma, basadas en la mejor evidencia disponible, y poder implementar nuestros cuidados excelentes. La falta de autonomía tiene su origen en un escaso empoderamiento profesional y una cultura de investigación baja en las enfermeras.

Las organizaciones han de favorecer el desarrollo cultural necesario para que las enfermeras podamos hacer efectiva la transferencia de los conocimientos y la investigación a la práctica asistencial. No hacerlo, después del abrumador apoyo científico que relaciona esta transferencia con los resultados de los pacientes, se puede considerar como falto de ética o maltrato institucional.

La literatura científica está saturada de pruebas que justifican la necesidad de la investigación enfermera y su implementación en la práctica profesional. Es la hora de tomar el relevo a las anteriores generaciones y aceptar que estamos en el período al que Kuhn llama “Revolución Científica”. Los profesionales de Enfermería debemos responsabilizarnos y liderar el proceso del cambio para poder desarrollar el rol por el que hemos sido formados. Es un camino que nos queda por recorrer, pero la revolución empieza en nosotros, y lo que hemos vivido hoy es la prueba de que ya estamos en movimiento.

 Dra. Mª Nélida Conejo Pérez