«A ese 14% de los familiares que tienen la gran oportunidad de donar los órganos de su familiar fallecido y deciden no hacerlo les diría que la muerte de un ser querido no es el final, no se acaba todo; tienen la oportunidad de regalar vida». #OpiniónFuden por Álvaro Trampal.
Podría hablar de que España es el primer país en donaciones de órganos en los países desarrollados; de los 2.241 donantes en 2018, de los más de 114.000 trasplantes de órganos o los más de medio millón de españoles que han recibido algún implante de tejido o células según la Organización Nacional de Trasplantes.
Podría hablar de todos los profesionales, enfermeros/as, perfusionistas, cirujanos/as, anestesistas, TCAE, celadores/as y un largo etcétera que dejan todo lo que están haciendo cuando les suena el busca de trasplante, dejando su vida para ir a seguir dando vida a muchos otros.
Podría hablar de la generosidad de los familiares de los fallecidos que en un momento tan duro en sus vidas deciden regalar vida, estando presente su familiar fallecido en el cuerpo de muchos otros.
Podría hablar de tantas cosas que supone una donación de órganos… pero no quiero que sea un artículo más, con cifras y datos, quiero con estas breves líneas expresar un sentimiento, una experiencia personal que me paso hace escasos meses, una sensación de vacío al perder a un ser querido y no poder ser candidato a donación en asistolia por encontrarse en alta montaña.
A ese 14% de los familiares que tienen la gran oportunidad de donar los órganos de su familiar fallecido y deciden no hacerlo les diría que la muerte de un ser querido no es el final, no se acaba todo; tienen la oportunidad de regalar vida, de permitir a muchas personas seguir disfrutando de sus seres queridos, seguir viendo amanecer y atardecer, en definitiva, seguir viviendo gracias a los donantes.
Álvaro Trampal,
Enfermero y Director Centro de Simulación Clínica FUDEN