Y así otra batalla, y así una profesión

Abr 23, 2018

Alberto Luque es enfermero de Urgencias en UVI Móvil. Su día a día cuenta con anécdotas, historias y batallas que no ha dejado de transcribir a través de un blog y cuyos lectores agradecen con comentarios a su autor. Llegó un día en el que Alberto decidió traspasar las puertas de la plataforma digital -como con las puertas de su ambulancia- y editó sus historias en papel, que sumadas, se convirtieron en su primera novela, Batallas de una ambulancia.

“Las historias de Alberto están ahí para recordarte que tienes que abrir ese armario y comerte la vida”. La escritora Merce Roura escribe el prólogo que precede a estas batallas. Tras leer cada palabra de Merce, aumentan las ganas de sumergirnos en las batallas de Alberto. 265 páginas y 29 vidas narradas.

Recibimos a Alberto en FUDEN y comenzamos una guerra de preguntas y respuestas que nos deja sin habla; sobre todo, para no perder palabra de aquellas urgencias que le han llevado hasta aquí.

Vivir es urgente: lo señalas hasta en las dedicatorias del libro. ¿Puede ser la frase resumen de todo lo que nos cuentas en estas páginas?
Sin duda es la frase que lo define. Vivir es aquí, es ahora y es urgente, y no sólo lo digo yo, es una frase antigua. Aquel recurso literario del carpe diem se hace visible todos los días de guardia y te das cuenta de que son muchos los pacientes que a última hora te dejan ese legado: por qué no hice más, por qué no viví más, por qué no di esos abrazos o esos besos.

Comienzas el libro con la historia que te llevó a escribirlo. Esa pequeña de apenas un añito, Blanca, que desde el inicio ya nos agarra el corazón. Dices que escribir te ayuda, es una terapia: recuerdas y, a la vez, se reduce el dolor. ¿Lo recomendarías a tus compañeros sanitarios?
A mí me llevó a la escritura esa historia que comentas. Fue una noche de agosto. Un compañero me dijo que en esta profesión se llora hacia dentro. Yo le dije que no, que en esta profesión se llora cuando se tiene que llorar. No sabía qué hacer en ese momento, me dediqué a la propia gestión emocional de ese dolor que estaba pasando, ese dolor que me dejó aquel aviso, que a pesar de hacerlo bien en lo técnico, no pudimos ganar. Pero no siempre se gana, la pérdida forma parte del protocolo y no te lo enseñan en las escuelas. Acudí a la escritura. Me ayudó muchísimo, escribirlo para mí y para mis hijos como lecciones aprendidas para el futuro. Me di cuenta de que buscando mi propia ayuda, ayudaba también a otras personas que leían estos post para gestionar su dolor.

Después de la dolorosa despedida de Blanca, la siguiente historia es el parto en una casa de un niño. “Olor a niño nuevo”, lo titulas. ¿La vida es eso, unos se van y otros vienen y la vida continúa?
Es así. Quise, como bien dices -después del primer capítulo que es pena y dolor- quise poner ese parto –de los cinco partos que he asistido- para hacer visible lo que comentas, la vida, la muerte, la cara y la cruz de esto que es vivir. Porque el libro no es más ni menos que un reflejo de la realidad, es verdad en estado puro tal y como la vivimos nosotros. Es eso, hoy toca vida y mañana puede tocar muerte y viceversa.

Hablas para el ciudadano –con historias de pacientes- y hablas para el enfermero –cuentas los pasos técnicos a seguir- ¿Quién crees que siente/entiende más tus batallas?
Sin duda, probablemente, aquel que las haya vivido, un compañero, enfermero, técnico que haya vivido esas situaciones, pero no quita que cualquier persona lo sienta. Yo relato la parte técnica, los protocolos, suavizados y luego explicados, con un lenguaje que sea entendible con el común de los mortales. Porque uno de los problemas que tenemos es que damos miedo con nuestro lenguaje. No nos damos cuenta de que ese discurso entre enfermeros, médicos y técnicos, el paciente que está delante no lo entiende, y eso asusta.

Tocas temas tan actuales y sociales como las drogas y el alcohol. Y los pacientes son cada vez más jóvenes. Y tú eres padre ¿El miedo es mayor por ellos?
De lo que tengo miedo realmente es a que mis hijos no sepan decir no. Cuando yo escribo, escribo para Pablo y Jimena -capítulo 0 del libro- y lo que espero es que les ayude. Toco la realidad en los capítulos. Cada vez más jóvenes les recogemos del suelo, de la cuneta, de los trozos de cristal y hierro recogidos tras un tráfico originado por el alcohol. Todo esto lo escribo para que cualquier padre o madre tengan herramientas y experiencias ajenas para que puedan decir ese NO. La realidad es la que es, la calle es la que es, y la droga y el alcohol se han implantado de tal forma que a la sociedad le va a costar mucho eliminar esa asociación de alcohol y fiesta.

«No somos superhéroes que podamos siempre ganar. Perdemos tanto como ganamos. En esa parte donde se pierde hay que sacar tu corazón y ponerlo sobre los pies de esa camilla»

Y os siguen sorprendiendo las edades de aquellos pacientes…
El día que me haga frío, visceral, mecánico, entiendo que deberá ser el día que deje esta profesión. Me sigue sorprendiendo y me sigue dando pena, tanto lo que pase como la reacción de algún padre o madre con actitudes que no son las que más ayudarían a que su hijo/a vuelva a caer en esa situación.

“Nuestra profesión está llena de momentos en los que nada de lo aprendido vale”. Lo escribes en la historia de Guille, un veinteañero atrapado en una mente infantil. ¿El enfermero es más humano que sanitario?
Si no eres muy humano probablemente no seas muy buen enfermero, en mi opinión. Ante todo, la enfermería es la profesión que provee cuidados a un ser humano y si sólo abordamos esos cuidados con lo técnico nos quedamos muy cortos. En este caso que cuentas, tienes que irte más allá, a la parte más humana, y eso fue lo que utilicé y funcionó. Estoy totalmente en contra de las corazas. Yo abordo al paciente con todo, con lo técnico y con lo emocional. Si dejo atrás la parte emocional no lo estoy haciendo bien.

¿Qué hace uno cuando los ojos del paciente se llenan de miedo y súplica y sólo te miran a ti?
Hacer de tripas corazón, mantenerle la mirada, hacerle entender que no está solo, tratar de mitigar su dolor en la medida de lo posible. Procuro evitar las actitudes paternalistas, que tampoco creo que ayuden mucho. Muchas veces es una mirada, una sonrisa, mecer un cabello, un apretón de manos o un achuchón y un abrazo a un familiar. Es sacar tu parte más humana. La técnica ha dado hasta lo que ha dado. No somos superhéroes que podamos siempre ganar. Perdemos tanto como ganamos. En esa parte donde se pierde hay que sacar tu corazón y ponerlo sobre los pies de esa camilla.

Los pacientes suelen ser más fuertes que los familiares
Sí. Mil veces te lo dicen. Ellos pueden tener asumido cuál es su destino con más naturalidad que la propia familia. Como sanitarios tratamos al paciente pero nunca deberíamos olvidar a la familia, que forma parte y está ahí, debemos hacerles partícipes de lo que estamos haciendo para que luego puedan llevar mejor la situación.

Entre tus batallas también hay humor, la abuela de aquel niño que sufrió una crisis convulsiva febril. ¿Cómo es tratar con los familiares en shock?
Esto fue una anécdota que me pasó. Fue un pellizco que me duró un mes, un hematoma (risas). Lo que podemos hacer es primero, informarles para hacerles partícipes de lo que está pasando, hacerles ver que se va a hacer lo más humanamente posible.

Un hombre mata a su mujer e intenta suicidarse. Una historia cada vez más sonada… ¿Cómo hace un sanitario para tragarse la rabia y salvarle la vida a aquel que ha matado?
En el libro aparecen dos casos de violencia de género. En este caso que relatas, fue tal cual y admito que soy humano y que como tal tengo emociones, que no sólo son alegría, también son rabia. Evidentemente tu profesionalidad está siempre por encima de cualquier momento o emoción. Como profesional gestionas tus emociones.

«No somos robots. Somos humanos, y es lo que más nos acerca a nuestros pacientes»

Qué objetivos tienes con el libro
Primero, mi propia gestión emocional. El siguiente, dejar un legado a mis hijos con lecciones aprendidas para que les ayude en su camino. Otro de los objetivos era dar visibilidad a esta profesión, vemos pasar ambulancias a diario y no nos paramos a pensar, más allá de las luces, que dentro van personas. Pasamos muy desapercibidos y sólo aparecemos en las noticias cuando son cosas tristes, sucesos. Pero es que hay más; es que dentro de esta profesión hay gente muy buena, muy humana, que mitiga mucho dolor y que necesita un hueco dentro de la sanidad. El paciente entra dentro del sistema sanitario a través de nosotros, lo dejamos en las puertas del hospital y se le da el alta en planta, y el paciente sólo recuerda al de la bata blanca; el de amarillo, azul o naranja pasa desapercibido. Y es una pena. Contarles, además, que se puede salir de un evento traumático como fue el mío. Yo lo hice escribiendo, pero habrá otras técnicas. Pero que no se quede ahí, cuéntalo, nárralo. Tenemos derechos a ser humanos y no cargar con esa presión. Las corazas emocionales no valen, restan capacidad para tratar al paciente.

Terminas con la historia de Gonzalo, una “injusticia de la vida”, pero hablas de “vivir la alegría, disfrutar el momento”. El epílogo de Elena habla, de hecho, de un canto a la vida. ¿Es eso Batallas de una ambulancia, un canto a la vida?
Exactamente. Es un canto a la vida real, a la vida verdadera. No es un libro color de rosa. No recomiendo el libro a nadie que viva el mundo en color de rosa. Es un libro que habla de realidad, de verdades de la vida misma, tal cual es. Un libro dirigido a esa enfermería joven, que están empezando en la profesión, para que vean cómo vivirla y cómo se puede vivir la profesión. Que a pesar de recortes y vida laboral precaria se puede vivir con una visión realista y humana. Un canto a la verdad, a la vida.

¿Qué les dirías, tras tus experiencias y batallas, a los estudiantes de enfermería?
Mi mensaje sería que se pueden hacer las cosas diferentes, que no todo se aprende en las escuelas. A mí me costó muchas lágrimas aprender que perder forma parte del protocolo. Que de la pérdida se puede hacer fortaleza. Que no pierdan nunca su lado humano, que sin ese lado humano somos menos enfermeros, menos profesionales, que en pocos sitios te enseñarán que la humanización no sea una moda, que vaya en tu ADN como enfermero/a, que siempre hay tiempo para un “hola”. Hay consultas que vamos a 5 minutos, pero para un hola, un adiós, una sonrisa, hay tiempo. Eso cura también. Seamos buenos en lo técnico, pero no somos robot ni máquinas de aplicar protocolos; somos humanos y es lo que más nos acerca a nuestro paciente. Y solo desde esa visión podrás ser una enfermera que desarrolle una labor de excelencia.