La infancia retenida. #Día Universal del Niño

Nov 19, 2019

«Seguimos atendiendo en nuestras consultas e ingresando en nuestros hospitales a menores con malnutrición, con condiciones deficitarias de higiene y expuestos a abusos de diversa índole» #OpiniónFuden por Nieves Márquez

Treinta años desde aquel 20 de noviembre de 1989 cuando se aprobó la Convención sobre los Derechos del niño (CDN). Y llegados hoy, cuando los medios de comunicación nos bombardean con el titular “Día universal del niño”, surge a priori en mi mente un interrogante, ¿por qué del niño? ¿Y la niña? ¿Dónde queda su día universal? Si estamos inmersos actualmente en un hito histórico de reivindicación de la igualdad de género, ¿por qué no comenzamos por los titulares? ¿Porque no hacemos real la presencia de las niñas en algo tan ilustrativo como el léxico diario? ¿En dónde está ese lenguaje de género tan reivindicativo que forma parte de las sociedades desarrolladas y debe ser un derecho de la infancia?

Tras esta súbita reflexión que provoca la puesta en guardia de mi cerebro, decido sumergirme en los 54 artículos que forman parte de la CDN y que, como nos indica el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), han sido ratificados hoy en día por 197 países estados soberanos e independientes, miembros las Naciones Unidas (NU), haciendo de éste uno de los tratados internacionales sobre derechos humanos que ha provocado mayor consenso por parte de los gobiernos.

Pero, como en todas las familias, en esta de países desarrollados y bien avenidos también encontramos una oveja descarriada y en este caso no podía ser otra sino aquella que toca la campana de la economía mundial: Estados unidos. ¿Por qué este país no termina de ratificar esta declaración de derechos hacia uno de los colectivos más vulnerables y germen de la humanidad? ¿Qué es lo que defiende esta declaración que aleja a esta potencia de su apoyo?

Como se cita en la CDN, la Convención, a lo largo de sus 54 artículos, reconoce que los niños (seres humanos menores de 18 años) son individuos con derecho de pleno desarrollo físico, mental y social, y con derecho a expresar libremente sus opiniones. Además, la Convención es también un modelo para la salud, la supervivencia y el progreso de toda la sociedad humana.

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¿Es este hecho, que los menores tengan derecho a expresarse libremente, lo que intimida a la sociedad estadunidense, la cual percibe que su soberanía, gobernanza e independencia familiar estarían en peligro? ¿Es por ello por lo que existe hoy en día la cadena perpetua sin posibilidad alguna de lograr la libertad condicional en menores? Y llegados a este punto, ¿qué diferencia encontramos entre este país desarrollado que no ha ratificado y otros que sí han ratificado la CDN pero en los que son evidentes maltratos, matrimonios precoz, esclavitud, analfabetismo, malnutrición y falta de asistencia sanitaria en menores? ¿Qué es lo que nos impide pasar de un pacto reconocido socialmente y consensuado por representantes a una realidad de a pie? ¿Por qué seguimos ocultando en las noticias nacionales e internacionales a esa infancia retenida en los centros de Primera Acogida de menores y a los niños y niñas que forman parte de las familias vulnerables aisladas en la periferia de las ciudades? ¿Acaso nos avergonzamos de que en nuestra sociedad de bienestar haya todavía menores que comparten pupitre con nuestros hijos cuyas necesidades de alimentación y sanidad no estén cubiertas dentro de los márgenes de la “normalidad”?

Pues sintiéndolo mucho, esta es la cruda realidad, a pesar de los datos que nos muestra UNICEF que nos refiere que a nivel mundial la tasa de mortalidad de menores de 5 años ha disminuido en un 60% y la proporción de niños en edad escolar primaria que no asiste a la escuela ha disminuido del 18% al 8% en los últimos 30 años, seguimos atendiendo en nuestras consultas e ingresando en nuestros hospitales a menores con malnutrición, con condiciones deficitarias de higiene y expuestos a abusos de diversa índole; abusos que se agravan en el caso de aquellos menores con déficits intelectuales cuyos derechos de la infancia ya no sólo se ignoran, como si en la época prehistórica estuviéramos, sino que se omiten, dándoles en escasas ocasiones voz en los medios de comunicación.
¿Cuáles son nuestras aportaciones como humanos, progenitores y profesionales para que este día sobre los Derechos de la infancia no se ciña al 20 de noviembre de cada año, sino que sea innato en nuestros comportamientos?

Nieves Márquez,
Enfermera Cooperación Internacional y Salud Escolar en FUDEN