#DíaInternacionaldelCáncerInfantil Hoy más que nunca toca detenerse un instante y preguntar ¿qué puedo hacer yo como enfermera?

Feb 15, 2019

«Ningún niño merece padecer una enfermedad así, pero en el caso de desarrollarla lo que seguro sí merece es una buena enfermera». #OpiniónFuden por Javier Espinosa.

Un día como hoy es fundamental recordar citas tan acertadas como la que nos deja en su espacio virtual la Federación Catalana de Entidades contra el cáncer: “todo niño con cáncer merece la mejor atención médica y psicológica, independientemente de su país de origen, raza, estatus económico o clase social”; a ello podemos añadir que ningún niño merece padecer una enfermedad así, pero en el caso de desarrollarla, lo que seguro sí merece es una buena enfermera.

Cuidar es nuestro cometido. Más allá de las distintas labores o funciones que integran nuestra disciplina, si una de ellas le da sentido y estructura la base de nuestro oficio, es el cuidado de nuestros iguales. Es por ello que un día como hoy debemos mirar a nuestro alrededor y alegrarnos por los progresos, por la formación y por la buena reputación que nos acompaña dentro de ese colectivo; pero también es el momento de pensar “debemos seguir mejorando”.

Pese a que se trata de un problema visibilizado y que goza de un apoyo social importante, esta repercusión mediática en ocasiones nos hace normalizar e infravalorar los datos que existen en nuestro país detrás de la inmensa palabra que abarca esta patología: en España se diagnostican tres nuevos casos de cáncer al día en pacientes de 0 a 14 años; pese a los avances de las últimas décadas se estima que es la primera causa de muerte por enfermedad en naciones desarrolladas como la nuestra.

¿Qué puedo hacer yo como enfermera? Enfrentarse individualmente a un problema de esta magnitud nos hace empequeñecer con sólo mirarlo, pero no debemos olvidar el valor de las pequeñas cuotas de cambio. En numerosas ocasiones nuestra distancia cotidiana con el problema hace que no nos imaginemos que colaborar es posible. Tal y como explica la Asociación Española de Pediatría, una de las primeras dificultades que existe en el ámbito pediátrico es la detección del cáncer. Las manifestaciones iniciales suelen pasar desapercibidas pues son semejantes a las que se presentan en patologías de curso común. Una de las recomendaciones fundamentales es valorar adecuadamente la percepción de los progenitores, pues son quienes observan al niño a diario. Este axioma es extensible a las enfermeras escolares, a las enfermeras de Atención Primaria, esas compañeras que conocen a su población por el nombre de pila y cuyos ojos pueden ser el factor diferencial que ayude a una pronta detección. Un simple ejemplo, un paso más hacia una mejor salud de nuestra población.

Como imaginaremos la otra cara de la moneda que debemos trabajar es la familia. En muchas ocasiones aparecen sentimientos de culpa por no haber “detectado a tiempo” los signos de alarma o no haber encontrado al profesional adecuado desde el comienzo. Un niño con cáncer es un antes y un después en la vida de una familia. David López, enfermero dedicado a la oncología pediátrica en el Hospital Niño Jesús desde hace quince años, comparte sus conocimientos con las nuevas hornadas profesionales que tienen la suerte de coincidir con él. Cuando hace alusión a la normalización de la vida diaria de un paciente oncológico recuerda: “a partir del momento en que un niño es diagnosticado de cáncer la rutina de la familia se trastorna. Pese a ello los niños esperan y necesitan que los adultos les den una estructura, unas reglas y unos límites”. Una de las maneras de conseguir encontrar cada uno su nuevo lugar en la estructura familiar es poder contar con una red de apoyo que la sustente, tales como asociaciones, grupos de voluntarios o elementos próximos al núcleo familiar.

Debemos aprender a identificar las necesidades de nuestros usuarios; es una labor fundamental para brindarles una atención correcta. Sin ser enfermeros pediátricos podemos contribuir a la mejoría de un niño con cáncer: en nuestras consultas a diario atendemos adultos que pueden pertenecer a ese núcleo familiar que busca cómo asentarse tras su nueva realidad. La escucha activa, la empatía, el manejo del estrés o la ayuda en el afrontamiento son parte de nuestras herramientas, son el espacio en el que nos sentimos cómodos, el lugar desde el que decimos a nuestra comunidad “cuenta conmigo”. Cuidar es nuestro cometido y es una labor tan grande que incluso sin haber atendido nunca a un menor podemos seguir ayudándole a través de sus padres.

En un día como hoy debemos sentirnos orgullosos de lo que somos capaces, de lo que sabemos hacer, pero recordando siempre que tener un instrumento como este implica una responsabilidad. Hoy más que nunca toca detenerse un instante y preguntar ¿qué puedo hacer yo?

Javier Espinosa,
Enfermero y Responsable de Formación Enfermería Pediátrica FUDEN